Las cuevas de Melissani son una bóveda subterránea natural de gran belleza. Se encuentran ubicadas en Grecia, específicamente en el centro de la isla de Cefalonia (Mar Jónico), a unos 5 kilómertros al noroeste de la localidad de Sami. Alrededor hay bosques y hacia el este se ubican las montañas Evmorfia y Dynati Agia. Su acceso es sencillo debido a que se halla cerca de la carretera principal.
Interior de las cuevas de Milessani. |
Fue descubierta por Giannis Petrochelios tras un desastroso terremoto de 7,3 en la escala de Richter en el año 1953 reveló el lago subterráneo, con una profundidad aproximada a los 30 metros, que baña la estancia al colapsar la cueva. El cenote, lo podríamos catalogar así, tiene la forma de la letra “B” y contiene dos cámaras separadas. El techo de una de ellas es la que se hundió y por la que accede la luz del sol reflejando el agua.
Turistas navegando por el interior de la cueva. |
En el año 1962 se realizaron excavaciones en el interior de Melissani y encontraron restos arqueológicos de la antigua cultura minoica que se asentó en la isla de Cefalonia entre los años 3000 y 1400 a.C. Entre los restos hallados se encuentran lámparas de aceite, platos y figuras que muestran al dios Pan y a sus ninfas.
Los peces se pueden apreciar a simple vista gracias a la transparecia de sus aguas. |
Como dato curioso, es necesario saber que el lago mezcla el agua dulce de los manantiales subterráneos con el agua de mar, el cual se ubica a tan solo 1 kilómetro de la cueva. Por ende, por un lado de la cueva entra el agua salada y busca la salida por la otra punta.
Al visitar la cueva, si miramos a través del espejo salino se distingue un color café en el fondo. Según la leyenda es el olor a miel de las piedras las que saludan a los visitantes desde el fondo invitándonos a nadar junto con las ninfas.
En julio y agosto el agua que se encuentra dentro, a medida que el sol se extiende, cambian de color según la intensidad de la luz, y además el contraste de claroscuros y sombras, acuña un abanico de haces luminosos que impregnan las paredes con millones de partículas de luz, como si las Ninfas de un pasado remoto, quisieran jugar con los reflejos y pintar con ellos notas musicales de cánticos oníricos que les sirva para escapar del olvido en el que quedaron encerradas.